Origen y Oficio
Belice nació en los años 60, cuando César y Victoria, mis padres abrieron su primera tienda en Castelldefels. Era una época de turismo creciente y ellos supieron adaptarse: primero con artesanía y souvenirs, y más tarde incorporando productos de piel seleccionados por su calidad.
Ese espíritu práctico, trabajador y atento marcó la identidad de Belice desde el primer día.
Con el tiempo, el oficio pasó a la siguiente generación. Desde pequeño, crecí observando cómo se trataba a cada persona que entraba, cómo se explicaban los materiales y cómo la artesanía formaba parte natural del día a día. Cuando terminé mis estudios, entendí que mi camino estaba ahí: en el trabajo manual, en el diseño y en la confección.
Con los años, hemos evolucionado. Cuando la moda cambió y la confección tradicional de peletería dejó de tener demanda, transformamos el negocio hacia la marroquinería. No fue un giro improvisado, sino una continuación natural del oficio: trabajar la piel con técnica, buen gusto y respeto por el material.
Me formé en la escuela del Gremio de Peletería de Barcelona y en patronaje industrial de señora en la escuela Guerrero, y con esa base técnica fui dando forma a lo que hoy es Belice: un taller centrado en la creación de bolsos de piel hechos a mano, pensados para durar y adaptados a las necesidades reales de las personas que los llevan.
El taller mantiene el carácter de siempre: una mesa de trabajo central, pieles escogidas con criterio, herramientas a la vista y un escaparate donde se exponen los modelos más recientes. Aquí cada pieza se hace una a una, con calma, precisión y la experiencia de décadas dedicadas a este oficio.
Hoy, Belice sigue en el mismo lugar donde empezó, combinando tradición y adaptación.
Cada bolso que sale del taller está pensado para acompañar muchos años, con funcionalidad y estética propia. Y aunque cada pieza sea distinta, todas comparten lo mismo: trabajo serio, oficio real y atención personal.